Es precisa una «prohibición universal, tanto en los colegios como en los hogares, de los dispositivos con conexión a internet hasta los 16 años de edad», según ha dicho a EFE el ensayista sevillano David Pastor Vico, el filósofo vivo más leído en México, en cuya universidad principal (UNAM) ha ejercido diez años como Coordinador de Eventos Especiales.
«Tenemos que hacer con las pantallas lo que hemos hecho en otras épocas con otras tecnologías, limitarlas; cuando aparecieron los coches no hacía falta permiso de conducir y cada uno tenía el volante en un lado, hasta que hubo que exigir un aprendizaje, un examen y un permiso para conducirlos; y ahora no se puede dar una pantalla con acceso ilimitado a internet a un menor de 16 años», ha puesto como ejemplo.
Autor del ensayo «Era de idiotas» (Ariel), Vico -como es conocido en el ámbito académico y divulgativo- ha asegurado que «ha llegado el momento de esa prohibición; en Francia se estudia limitar las pantallas hasta los 15 años y en Reino Unido ya hay un proyecto de ley para prohibirlas hasta los 16; hace falta la misma voluntad política que se tuvo para prohibir fumar en los bares».
«Las muertes por tabaquismo han descendido hasta un 20 por ciento con las nuevas limitaciones; y los niños, cuando se les quiten los móviles, estarán insoportables, pero se les pasará cuando a los padres les pongan una multa de 600 euros por dejárselos», ha señalado al poner otro ejemplo: «A nadie se le ocurre suministrar un poco de heroína a un menor para que te deje tranquilo un rato».
«La comparación con la heroína puede resultar dramática a corto plazo, pero a largo plazo no lo será tanto; ya hay conclusiones sobre que el uso las pantallas supone una rebaja, por generación, de siete puntos en el coeficiente intelectual, lo que supone que en un país como España, con una media de ese coeficiente de entre 85 y 95, en dos generaciones se han perdido catorce puntos; una salvajada», ha añadido
«Ya hay estudios sobre la adicción que provocan las pantallas y determinadas redes sociales, y sobre el perjuicio biológico por sobreexposición a la dopamina, que te fríe el cerebro», ha señalado antes de añadir que la prohibición de las pantallas tendrá la ventaja añadida de que los niños «vuelvan a la calle» porque «aunque todos tienen una pelota en casa, ni la tocan porque prefieren la pantallita».
Vico también ha puesto el ejemplo de un experimento efectuado en Noruega, donde tras seis meses de prohibición en espacios educativos y públicos «se acabó con el ‘bullying’ (ciberacoso) y se incrementó el rendimiento académico y la capacidad lectora».
En otro estudio efectuado en el estado de Nueva York -ha citado Vico- se ha demostrado que el empleo de las pantallas durante veinte años «no ha servido para nada; al revés, ha disminuido la capacidad de atención de los alumnos y también su capacidad de comprensión lectora».
En su último libro, «Era de idiotas», señala que, con datos de 2015, «el 89 % de los jóvenes nativos digitales de los países desarrollados se sentía muy seguro de su capacidad para encontrar información relevante en internet, pero tan solo el 2 % de estas lumbreras de la evolución tecnológica usaba habilidades del pensamiento crítico para buscar esa información relevante en línea».
También en su libro recurre a Finlandia para poner otro ejemplo sobre su «milagro» educativo: «La no aceptación de que un alumno moleste a los demás o no estudie»; esa decisión ha hecho que «Finlandia no solo encabece la lista de países más felices del mundo, también la de jóvenes mejor formados».
Sobre la felicidad ha añadido que «no es una meta, sino un modo de entender la vida; decía San Agustín que no hay que aspirar a tener más sino a conservar lo que se tiene; la felicidad también es un trabajo intelectual; no hay felicidad sin libertad y la libertad supone la posibilidad de elegir; ese es el momento de la felicidad, el de elegir; y eso no es posible sin conocimiento, no es posible sin libros».
Vico ha acuñado el término «infoxicación» para aludir a la «intoxicación de información»: «Si al día nos bombardean con unas 80.000 imágenes no hay capacidad de asimilación; las imágenes mueven a las emociones y, si no hay tiempo de pensar, triunfan los populismos, que se basan precisamente en las emociones».
Con información de EFE