El ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, quien culminó su gestión con un 70% de desaprobación, hoy está cerca de convertirse en el próximo presidente de Colombia.
Petro representa a las agrupaciones de izquierda reunidas en el Pacto Histórico. Los analistas cuestionan al candidato porque, en la lucha por ganar la elección presidencial, se vale de verdades a medias y de contorsiones interpretativas para desafiar la realidad, legitimar la (in)viabilidad de sus propuestas y reescribir la Historia del país.
La verificación de datos y hechos muestran que Petro no tiene problemas con apartarse de la realidad y presentar lecturas o explicaciones alternativas que se ajusten a su discurso. Lo anterior se evidenció en su forma de abordar lo relativo a los ahorros de los trabajadores en los fondos privados de pensiones.
Sin embargo, Petro está siendo franco al admitir qué es lo que va a estatizar y lo que hará si llega a la Casa de Nariño: imprimir billetes, aumentar la burocracia, despojar el carácter técnico del Banco de la República y politizar esa institución, cambiando su estructura, para “capturar la emisión del banco central” y “gastar a la lata, lo que generaría mucha inflación”, tal y como puntualizó el economista Salomón Kalmanovitz.
Asimismo, plantea renunciar a los ingresos del petróleo, expropiar los ahorros pensionales de 18 millones de trabajadores, cubanizar el sistema de Salud, esto es, desmontar el modelo vigente desde los años noventa. Si lo anterior no luce esperanzador, tampoco vale la pena ahondar en los despropósitos sobre el metro de Bogotá o el tren elevado que irá, según el candidato, desde el Pacífico al Atlántico.
Petro evita ensalzar públicamente los Gobiernos de Cuba y Venezuela, pero su relación con Hugo Chávez era conocida. También fue elocuente su elección por La Habana cuando, en abril de 2020, reveló que tenía cáncer en el esófago y optó por ir a tratarse médicamente a Cuba. Curiosamente, tras ser intervenido quirúrgicamente, descartó que se tratara de cáncer de esófago, según informó él mismo desde la Isla.
La prensa colombiana lleva meses, incluso años, advirtiendo del salto al vacío que constituirá un eventual gobierno de Gustavo Petro y de las consecuencias para el desarrollo y la estabilidad del país.
El otro problema, además de la inviabilidad de sus ideas, son sus formas, su deseo de destruir para crear y su megalomanía, que confirman su cercanía con otros populistas de América Latina; el aprecio de Petro por la democracia es instrumental: es la vía electoral que legitimará su acceso al poder.
Sus antecedentes populistas como alcalde de Bogotá son motivo de alarma y alerta los riesgos en su modelo político y económico.